Síntesis:
Desde los años 70 se ha visto como las reformas o cambios educativas iban fracasando; hoy se ha llegado a la conclusión de que el cambio educativo va más allá de ser un problema técnico sino que es un asunto cultural que precisa prestar atención a la cultura organizativa escolar.
Los cambios educativos pueden venir desde fuera y ser legislados, pero si no nacen de la propia institución, de los propios docentes su puesta en práctica, resultados y repercusiones no serán los mismos. Cuando el mismo centro se encarga de rediseñar los roles, potenciar la toma de decisiones, implicar al profesorado… se consigue modificar la estructura organizativa del centro de forma que la propia institución va creando su propia cultura innovadora.
Se ha empezado a reconocer a los centros escolares como organizaciones con una cultura propia (microculturas). La cultura que hay en cada centro escolar está formada por los roles, normas de conducta, expectativas, simbologías propias… La cultura del centro sirve para: integrar y aglutinar y para marcar diferencias y conflictos. Dependiendo de la cultura que haya en cada centro escolar habrá mayor o menor resistencia al cambio variando según la rama de estudio que la definiera.
Las definiciones que se han dado a la palabra “cultura” han sido muchas y han ido variando según la rama del conocimiento encargada de su estudio. Podemos tomar como definición de cultura escolar la siguiente: “el conjunto de expectativas compartidas sobre lo que es y debe ser la acción diaria en el centro” (Rossman, Corbett y Firestone, 1988:4). Esta cultura escolar va a permitir a cada uno de los miembros de la institución poseer una marco de referencia para interpretar lo que ocurra en el centro y para poder actuar, es decir, que la cultura escolar permite la socialización se los miembros de una institución.
Para Hargreaves y otros (1992) la cultura escolar puede ser definida por: el contenido y la forma. Los contenidos hacen referencia a valores, hábitos, modos de hacer…asumidos por los profesores. La forma se refiere a las formas de relación entre los miembros de una cultura.
En un centro no habrá una única cultura sino que cada departamento o comunidad laboral irá desarrollando su propia subcultura. Así en el centro nos podemos encontrar con una cultura dominante y varias subculturas lo que originará conflictos.
La socialización recibida y el desempeño de la labor docente suelen formar distintas culturas profesionales, algunas de ellas son: cultura del individualismo, cultura balcanizada, colegialidad artificial y cultura de colaboración.
El compromiso de un centro se produce cuando sus miembros se involucran en el centro, aceptan consensuadamente metas y fines y trabajan por mejorar el centro. Mediante actuaciones individuales o decisiones que provengan de fuera no se logrará este compromiso organizativo
Cuestiones:
· Analizar las principales aportaciones de la perspectiva cultural al campo de la organización escolar.
La perspectiva cultural se centra en lo que sucede en el interior de los centros escolares. Si hasta hace unos años se había estudiado la parte formal de los centros escolares, ahora se estudia lo interno.
Los centros escolares responden a cambios que vienen desde fuera, dependiendo del grado de contradicción o afinidad que haya entre estos cambios y de las diferentes culturales del centro, habrá un mayor o menor grado de oposición. Cuando el cambio provenga del propio centro, será más difícil que haya oposición.
Teniendo en cuenta que en los centros escolares no hay una única cultura, sino que hay varias subculturas, la organización escolar deberá saber que los conflictos y las diferencias van a ser frecuentes en el centro, por tanto será importante trabajar al respecto.
La perspectiva cultural nos ha dejado ver que en cada centro conviven varias culturas y que estas culturas servirán para aglutinar o como separar a los grupos y provocar conflictos. Al haber distintas culturas en la escuela el conflicto va a ser, por tanto, algo cotidiano, del día a día, y en la medida en que se logre una cultura común, compartida y aceptada por todos más fácil será el consenso y la toma de decisiones.
Todas estas diferentes culturas se pueden resumir en cuatro culturas dominantes: la cultura del individualismo, la cultura balcanizada, la colegialidad artificial y la cultura de colaboración (que han sido definidas por distintos autores como Hargreaves y Thurler). Dependiendo en que cultura se posicione cada docente, la organización de su aula, de su forma de trabajar, de relacionarse con el resto de la comunidad educativa… variarán.
Así pues, en un centro conviven varias culturas, cada una de ellas con una forma distinta de entender la educación, que van a condicionar el desarrollo de la acción educativa. Por tanto se destierra la arcaica idea de que cultura, o más específicamente cultura escolar, sólo hay una.
· Señalar las características de la cultura de colaboración y su incidencia en los procesos de cambio frente a otro tipo de cultura profesional.
En la cultura de colaboración se crea un sentimiento de comunidad, los individuos se prestan apoyo y van avanzando en su formación con la ayuda del resto de compañeros. Se entiende la enseñanza como una tarea colectiva en la que se colabora y participa de manera espontánea. No hay rigidez en cuanto a tiempos y espacios, sino que por el contrario estos son flexibles, con varias posibilidades. Además tienen una visión compartida del centro, compartiendo valores, metas, objetivos… Se promueve el trabajo conjunto mediante la creación de estructuras y contextos (que incluyen tareas, recursos, tiempo…). Se entiende así el centro como una unidad y agente de cambio del que todos forman parte, al que todos pueden aportar cosas y del que son responsables. Nunca se entiende la enseñanza como una tarea individual sino que se basa en el trabajo colectivo para salir adelante y seguir mejorando día a día.
Como se dice en el texto “la forma de la cultura escolar de los profesores puede tener significativas implicaciones para el cambio educativo (…)”. Esto supone que dependiendo de las idas, valores, creencias… que tenga cada profesor desarrollará su práctica de una manera y por tanto su clase y el centro funcionarán de una determinada manera.
Llevar a la práctica una cultura de colaboración supone cambiar radicalmente la forma de trabajar y de organizarse. Mediante las otras culturas (la individualista, la balcanizada y la colegialidad artificial) el centro no precisa una nueva organización porque en a mayoría de las ocasiones este tipo de culturas plantean una forma de trabajo con gran tradición dentro del mundo de la educación. Desarrollar una cultura de colaboración supone cambios a nivel individual pero también a nivel colectivo. No sólo hay que cambiar la forma de trabajar sino que también hay que cambiar la forma de pensar, siendo esto último anterior a la acción. Primero hay que creer en ello, empaparse de la idea para después poderlo llevar a la práctica.
Al desarrollar una cultura de colaboración se necesita mayor relación entre los docentes, y no una colaboración forzada como es el caso de la colegialidad artificial, sino que cooperar y colaborar con el resto de profesores está dentro de la naturaleza de este planteamiento. Supone también esta cultura una mayor autonomía del profesorado, así como una mayor interdepencia en todos los niveles: relacional, académico, social… También supone una mayor implicación y compromiso con el centro, con los alumnos y con la propia profesión.
Relación con los contenidos del tema y conexión con la realidad de los centros educativos.
Uno de los objetivos principales que todo maestro debe plantearse es el de lograr un clima de aula que permita a todos (alumnos, profesores y familia) sentirse a gusto. El clima es, por tanto, algo que responde al espacio y al tiempo y que es distinto de la cultura. La cultura es algo que resiste a los cambios que permanece y se transmite. Existe relación entre clima y cultura, dependiendo del tipo de cultura dominante que haya en cada centro el clima del mismo será diferente, pero a pesar de esta relación no podemos confundir ambos términos.
La escuela no puede dejar de lado la sociedad debido a que la cultura del centro va a tener muchos parecidos con la cultura de la sociedad en la que el centro se enmarca. Los modos de pensar, los estereotipos, los roles, los estatus… de la sociedad van a incidir y condicionar tanto a alumnos como a profesores, por tanto, la escuela deberá dar respuesta a esta necesidad. La cultura de los centros escolares es un reflejo de la cultura de la sociedad.
Si hemos dicho que la escuela es una organización compleja porque son las personas las que fundamentan la organización y el trabajo se hace con personas, resulta lógico esperar que cada una de esas personas tenga ideas, creencias, valores… diferentes, y por tanto, que todas las culturas del centro no sean iguales. Las culturas que convivan en un centro lucharan por el poder, para imponer sus ideas y esto puede ocasionar conflictos.
Creo que en algunos centros podemos considerar el situarse en una cultura de colaboración como una innovación, debido a todas las consecuencias y cambios que supone. Situarse en la cultura de colaboración es un cambio y como todo cambio podemos encontrar resistencias, muy relacionado con lo visto en el tema cuatro sobre cambio y resistencias al mismo. Quienes llevan mucho tiempo trabajando de la misma forma es muy probable que se muestren reticentes al cambio, será muy posible que se muestren escépticos y apáticos ante esta novedad.
De Sáez (1993:20) nos dice que hay “pluralidad de metas”, por lo tanto la forma en que cada profesor se va a organizar para conseguirlas también va a ser muy diversa. Ya dijimos en el tema primero que la escuela es una organización compleja en la que existe mucha ambigüedad en torno a objetivos, metas… esto va a permitir a cada docente ser libre de entender la educación de una forma distinta. Porque la educación no es algo en singular, sino algo que se conjuga en plural pues en ella intervienen maestros, familias, contexto, alumnos… Es normal que un centro escolar haya varias culturas según todo esto.
Hemos hablado en otros temas del papel del equipo directivo y sobre todo del director, diciendo que debe ser un líder, un referente. ¿Le corresponde al director situarse en una de estas culturas para que el resto le siga? Volvemos a la idea de que para que eso se logre el resto de docentes debe tener al director como un referente y no como una persona que le está controlando. Para que el resto de profesores crea en la cultura de colaboración que un director quiera asentar en el centro, antes debe contar con el respeto y el apoyo del resto de compañeros.
¿En qué medida puede influir la cultura escolar en el clima del centro? La mayor diversidad de culturas en centro va a influir en que haya menor o mayor nivel de cohesión. Si existen muchas subculturas dentro del centro y la cultura dominante no es mínimamente aceptada por todos, el clima del centro se verá afectado negativamente. Si entramos ya en las distintas culturas profesionales de la enseñaza, creo que la cultura de colaboración es la que más puede favorecer un clima escolar positivo pues la comunicación es constante, se resuelven los conflictos consensuadamente, se pide la participación de todos los miembros… en definitiva se trabaja mucho más la parte de las relaciones, lo social. Con las otras tres culturas, las relaciones son más estrictas y la posibilidad de que haya conflictos en los que resulte complicado alcanzar acuerdos es mayor pues hay menos relación, no están acostumbrados a cuestionar sus ideas, a tener en cuenta las del resto…
Mi experiencia de prácticas no es mucha pero creo que es representativa de lo que nos vamos a encontrar cuando salgamos de la facultad. En ambas prácticas me he encontrado con una cultura claramente individualizada en la que cada profesor se encargaba de su clase, y sus alumnos eran eso “suyos”. La relación con el resto de compañeros se limitaba a las reuniones de obligada asistencia. Incluso, entre los profesores del mismo curso la cooperación era escasa, de vez en cuando se charlaba un poco en unos minutos pero no pasaba de ahí. Cuando el profesor entra en clase, cierra la puerta y esa clase es sólo suya y nadie debe entrar, incluso he podido ver como a algunos profesores les molestaba que otro compañero entrase en clase antes de que él terminara con el grupo, un claro ejemplo de lo que se entiende por enseñanza.
Soy más que consciente de las dificultades que supone coordinarse con alguien, sobre todo al principio, pero en mi opinión todo es cosa de empezar y creer en ello. Con el tiempo se aprende, claro que al principio las cosas serán más complicadas: buscar momentos en los que te puedas reunir, espacios, llegar a acuerdos… Eso implica esfuerzo, mucho más esfuerzo del que estamos acostumbrados a hacer, también supone un mayor compromiso con la tarea, con la profesión. He visto como los profesores antes de que suene el timbre de salida del centro están ya en la puerta deseando irse a casa, eso ya indica la no predisposición a hacer un esfuerzo y quedarse un rato más en el centro. Claro que parte de este problema surge por la forma en la que los profesores tiene organizados sus horarios, tienen muy pocas horas “libres”, esto supone poner más obstáculos para una posible coordinación porque no sólo se está pidiendo a los profesores que trabajen de una nueva forma sino que además se les pide que lo hagan en un horario extraescolar. Durante las prácticas pude ver como algunos profesores del centro aprovechaban la hora de permanencia obligada en el centro para coordinarse con el profesor que daba al otro curso, es decir que se reunían los tutores de 3ºA y 3ºB.
En mi opinión parte de las dificultades para lograr una cultura de colaboración está en la propia legislación y en la forma en la que tradicionalmente se han organizado los centros. Como dice Hoyle “La teoría administrativa se ha centrado en estructuras…pero el espacio entre las estructuras está ocupado por algo más que los individuos y sus motivos” (Hoyle, 1988, p.257). En ocasiones creo que se ignora la cultura escolar, la realidad de los centros y se pone la mayor atención es aspectos organizativos y burocráticos que no están en sintonía con las ideas de los profesores y como se ha dicho reiteradamente en el texto, cuando los cambios vienen de fuera y no son compartidos por los docentes su buena implantación y sus buenos resultados van a ser complicados de alcanzar.
Pero mi experiencia no sólo se limita a las prácticas, como persona que lleva más de media vida en el sistema educativo, guardo recuerdos bastante claros de cómo se organizaban los profesores en el instituto: por departamentos. Cada departamento parecía un mundo aparte, una realidad en la que sólo estaban los expertos en la materia, habiendo una falta total de comunicación y coordinación con el resto de compañeros. Es más, algunos profesores ni se conocían. Claramente, la cultura dominante en los institutos es la balcanizada.
Ahora mismo estamos a un paso de convertirnos en maestros, de llegar a las aulas y decidir cómo vamos a trabajar, por qué así y para qué. Marcelo (2009: 9) señala que “los primeros años de docencia son fundamentales para asegurar un profesorado motivado, implicado y comprometido con su profesión”. Este es un tema que me preocupa, ¿dónde me voy a situar yo cuando llegue a un centro? Hasta ahora, en las prácticas nos hemos tenido una libertad real, pero cuando nos pongamos al frente de una clase sí. ¿Qué va a ocurrir cuando llegué un centro y no cuente con el apoyo que quería, en el que domine una cultura individualizada en la que todos son reticentes al cambio y a la colaboración? Nuestros primeros años son fundamentales; puede ser que vayamos con unas ideas al centro y veamos como estas no van hacia delante porque estamos solos. Yo puedo situarme dentro de la cultura de la colaboración, para mí, trae más beneficios pues te permite compartir con el resto y recibir y dar ayudas, de forma que seas un profesional más completo, pero si nadie te ayuda está apoya va a resultar muy difícil desarrollar esa cultura.