A pesar de los múltiples estudios que se han hecho acerca de la educación, hasta ahora no se había hecho ninguno centrado en el ejercicio de la dirección escolar desde una perspectiva de género. Este dato ya nos da pistas sobre la poca importancia que ha tenido este acontecimiento y es que, tradicionalmente, desde siempre y hasta hoy en día, ha habido y hay más hombres que mujeres en la dirección de centros escolares.
La escuela es una construcción social, construida a través de las interacciones entre sus diferentes elementos. Como ya hemos visto en otros textos, a la escuela se la exigen multitud de tareas, explícitas o implícitas, y entre estas tareas se encuentra la de reproducir las estructuras sociales y la ideología dominante. Tradicionalmente se ha pensado que los hombres eran mejores directores así que esa es la idea que se ha seguido manteniendo.
La enseñanza es una profesión feminizada, ¿por qué ha ocurrido esto? Tradicionalmente el trabajo de la mujer estaba ligado al hogar y al cuidado de los hijos y de la familia, éstas concepciones se ha extrapolado al campo de la educación, ligándose la enseñanza a la maternidad. La enseñanza se ve así como una continuación de la maternidad, llegando a considerarse una semiprofesión, pues no requiere mucha formación, ni conocimientos muy específicos y termina en el desempeño de un trabajo no manual.
Según Bardisca la feminización de la enseñanza en el siglo XX se debió al aumento del número de mujeres en la educación, a la secularización de la sociedad, la psicolologizacion de la enseñanza y su vinculación con la mujer y el impacto de la guerra.
Se habla de feminización de la educación pero a media que ascendemos en las escalas de poder nos damos cuenta de que son los hombres quienes ocupan esos puestos, y, por tanto, son ellos quienes marcan las directrices de la educación, encontrándonos aquí con una contradicción.
¿Por qué hay más hombres en los cargos de dirección? Lo primero de lo que nos damos cuenta es que al ocupar estos puestos hay una mejora en el salario, la valoración social y las posibilidades de promoción profesional. Pero esta diferencia entre hombres y mujeres en la dirección de un centro también obedece a las concepciones tradicionales que se ha tenido y transmitido acerca del hombre y de la mujer.
Al hombre se le caracteriza por su dureza, objetividad, carácter fuerte, don de mando, racionalidad, distanciamiento analítico… mientras que a la mujer se la calificada de tal forma que no parece apta para las funciones de dirección.
Pero la transmisión de esquemas sociales y culturales no es la única causa de que haya mejor mujeres directoras que hombres. Hoy en día muchas mujeres dudan aún de su capacitación para el puesto (todavía creen que el hombre está mejor preparado para el puesto). Para muchas otras mujeres, la dirección es un tercer empleo que se suma a la labor docente, con los alumnos, y al trabajo en casa. Esto último nos muestra como aún se siguen transmitiendo ideas machistas que asumen que el control del hogar es una tarea que le corresponde a la mujer a pesar de que trabaje también fuera de casa.
No se trata de falta de capacitación, sino de temor ante la responsabilidad que supone compaginar la dirección y la familia, sabiendo que ambas suponen mucho tiempo y dedicación. A esta cuestión se le une el hecho de que las mujeres tienen problemas para desconectar y se llevan los problemas a casa.
También advertimos otra diferencia entre ambos y mujeres y es que mientras ellas ven el cargo como algo temporal que van a realizar durante unos años, los hombres lo ven como una tarea indefinida y hace de la dirección un feudo.
Pero si hay más directores que directoras en centros ordinarios, no pasa así en los CAEPS, donde el número de mujeres directoras es superior al de hombres directores. ¿A qué se debe esto? Se debe a que el puesto en estos centros está menos valorado socialmente, el trabajo es más duro y los resultados no tan “vistosos” como en otro tipo de centros, además se sabe que las mujeres tienen mayor sensibilidad y compromiso social que los hombres.
A pesar de que, mayoritariamente, ya no se educa con la idea de que el hombre debe ejercer la autoridad, aún hoy en día quedan en los centros personas que si fueron educadas en ello.
Una de las cosas que mas me ha llamado la atención del texto y con la que estoy de acuerdo ha sido con la de que la dirección supone un tercer trabajo. Mi tutora de prácticas era jefa de estudios y me di cuenta de la cantidad de trabajo que debía realizar. Si a ese trabajo le sumamos le trabajo con los alumnos, la preparación de las clases y el trabajo que cada mujer tenga hacer en casa (no entro en lo que hace el hombre porque, en el mejor de los casos, aunque haga tareas domésticas la mujer también se va atener que encargar de una parte de ellas), la suma es tal que le impide a la mujer no ya solo compatibilizar sus tres trabajos sino también disponer de tiempo para ella misma. Porque no lo neguemos, aun hoy en día en nuestra sociedad se siguen atribuyendo las labores domesticas a la mujer, pero de una forma aparentemente menos evidente, se siguen fomentando las diferencias de género en los niños: a través de los juguetes, de las palabras, de las acciones… puede parecer una tontería, algo sin importancia relevante pero para mi si la tiene porque si desde pequeños ponemos a los niños en contacto con estos estereotipos es muy probable que de adultos los mantengan e influyan en su desempeño profesional y en su relación con los demás.
La escuela legitima el sistema social actual, representa la idea social dominante, entonces habiendo un mayor número de directores no estamos haciendo sino potenciar y seguir transmitiendo la idea implícita de que los hombres lo hacen mejor. Creo que este cambio se debe producir ya en la escuela, tiene que surgir de ella y no esperar a que sea la sociedad la que cambie para luego cambiar ella.
Me indigna profundamente que la profesión de maestro no sea considerada como tal, sino como una semiprofesión. Los estudiantes de magisterio somos los menos valorados, cualquiera diría que no venimos ni a clase, pero también son poco valorados los maestro. “Quién fuera maestro” dice algunos, recordando únicamente los días de vacaciones que tienen. Me gustaría que cualquiera de estas personas, que tal alegre y despectivamente hablan acerca de nuestra profesión viniesen un día al aula a dar clase y a estar con los alumnos para ver si así su perspectiva cambiaba o no.