6/14/2011

La autoevaluación institucional: Un camino importante para la mejora de los centros educativos



  • Síntesis:

El mundo está experimentando profundos cambios y la escuela debe hacerse eco de ellos para no educar a los alumnos bajo preceptos que se corresponden a épocas anteriores. La escuela debe dar respuesta a las nuevas demandas de la sociedad. “No podemos formar a la generación del tercer milenio de igual forma que antaño” (Murillo, 2008). Ha cambiado tanto la sociedad que pocas respuestas del pasado nos sirven, no se puede solucionar problemas del presente con soluciones del pasado; hemos cambiado tanto en fondo como en forma. Las escuelas deben dejar de ser homogéneas y comenzar a adaptarse a la realidad, ser diversas.
Se entiende que la escuela es un lugar estratégico para lograr el cambio, desde el cual se pueden emprender acciones que acaben con el statu quo dominante en la mayor parte de centros.
Para que los cambios tengan una incidencia en la vida real del centro tiene que surgir desde dentro de la propia institución. Los cambios impuestos y externos tienen menos consecuencias positivas pues los docentes no los sienten como suyos. La evaluación es uno de estos cambios fundamentales que tiene que hacer en el seno de las instituciones, debe ser vista como una necesidad real.
Se debe interiorizar que se evalúa para lograr la mejora, una mejora que será global, influirá en el aprendizaje de los alumnos, en la enseñanza del profesor, en el funcionamiento del centro y en la relación con las familias.  Hay que “abordar la escuela como unidad de cambio, de mejora, innovación y desarrollo institucional” (Murillo, 2008). La autoevaluación debe verse como un proceso interno de mejora, que ayudará al incremento de los aprendizajes de todos los miembros de la comunidad educativa. Consiste en analizar y reflexionar sobre la práctica, y el desarrollo institucional y profesional. Siguiendo esta idea, se debe tener en cuenta que todos los planes de mejora que se pongan en marcha en un centro no deben limitarse sólo a los alumnos o a los profesores sino que deben buscar el mejor funcionamiento de todo el centro.
La autoevaluación debe ser un proceso no puntual sino continuado en el tiempo, con “finalidad formativa y formadora” (Murillo, 2008). No se trata de introducir un cambio y después darle de lado.
Existen varias circunstancias que influyen en la importancia de la evaluación institucional, algunas de ellas, son: la convergencia con el resto de países de la Unión Europea, el control social sobre lo que se hace en la escuela, se deben rendir cuentas, y  que desde la normativa la evaluación institucional ha ido ganando más peso.
Como digo en el anterior párrafo, en los últimos tiempos se está pidiendo a las escuelas que hagan autoevaluaciones. Este hecho puede entrañar sus riesgos cuando las escuelas realizan las evaluaciones institucionales por obligación, ante la presión social, y por tanto no se asimilan. En este caso, la evaluación institucional no supondría cambio alguno y sólo se molestarían por satisfacer a la sociedad.

  • Cuestión: Reflexionar sobre las finalidades, características y dimensiones de actuación de los Planes de Autoevaluación y Mejora.
En algunas comunidades autónomas surgen los Planes de mejora tras la realización del Plan de Evaluación de centros. Se ha constatado que la mayor parte de los centros no han avanzado hacia formas de trabajo colaborativas e innovadoras sino que han persistido cumpliendo con las obligaciones de la Administración sin realizar cambios en sus planteamientos formativos y pedagógicos. Ante esa situación surgen los Planes de Autoevaluación y Mejora.
Estos planes tiene una serie de características que van a dictar como debe ser la evaluación institucional y cuando va a funcionar mejor. Siempre que este proceso de evaluación sea voluntario los resultados van a ser mejores porque va a significar que los profesores están comprometidos con la tarea, que la sienten como una necesidad y como una oportunidad de mejorar. En ocasiones, ocurre que no se ve la evaluación como un cambio orientado hacia la mejora.
Es fundamental que el cambio sea una actuación compartida, que implique a todo el centro. Normalmente la evaluación es unidireccional: el profesor evalúa al alumno pero hay muchas zonas oscuras, no se sabe quién evalúa al profesor, al equipo directivo… Tiene que evaluar todos los miembros de la comunidad educativa, incluidos alumnos y padres. ¿Quiénes mejor que los alumnos para dar una idea al profesor de cómo está trabajando? Para poder introducir las evaluaciones institucionales es fundamental que el centro y todos sus miembros estén abiertos al cambio, que sean receptivos.
La evaluación institucional tiene que ser coordinada. No sirve que cada miembro la haga sin tener en cuenta al resto de miembros. Será necesario ponerse de acuerdo en tiempos, criterios, momentos, lugares, objetivos… Entender la educación como una tarea colectiva implica hacerlo también con la evolución. Hay que coordinar tanto aspectos internos como externos.
El liderazgo tiene mucha importancia en este proceso.  Hemos visto la necesidad de que el director sea el líder pedagógico del centro, que sepa ganarse a los profesores y cuente con su apoyo.
Los resultados que se obtengan de estas evaluaciones no deben silenciarse o quedarse en el centro, deben sacarse a la luz pública, que la sociedad sepa que se ha hecho y cuáles han sido los resultados.
El centro debe ser autónomo, no sólo guiarse por las directrices de la Administración, sino ser capaz por sí mismo de ver que necesita cambios y que ellos mismos pueden lograr las mejoras. Los centros deben concienciarse de que son “unidades básicas de cambio” (Murillo, 2008) y no esperar a que la Administración le diga qué, cómo, cuándo… tiene que hacer las cosas.
Con la evaluación institucional el centro busca la mejora, lograr una educación de calidad, unos mejores profesionales, un mejor funcionamiento del centro… Se busca también abrir nuevos cauces a la comunicación y participación, que se estrechen los lazos entre los agentes educativos, que surja una cultura de colaboración y que el deseo de mejora se generalice y llegue a todos ellos.

  • Relación con los contenidos del tema y conexión con la realidad de los centros educativos.
La escuela tiene que evaluarse, es una necesidad. Deben evaluarse tanto el Sistema Educativo, como los centros y los profesores. Es necesario que se sepa qué se está haciendo y cómo se está haciendo. Una vez que se hayan obtenido los resultados, habrá que comunicarlos, sacarlos a la luz para que cada uno de los profesionales o instituciones evaluadas puedan hacer uso de ellos y plantearse actividades que les ayuden a mejorar.
Como vimos en el texto “La convivencia en los centros escolares” (Uruñuela, 2009) los medios de comunicación están ofreciendo una imagen distorsionada de lo que ocurre en los centros, tanto en tema de convivencia como en el de los resultados académicos. En los últimos años se ha dado mucha importancia a los resultados del Informe PISA, apoyándose en ellos para dar una imagen catastrofista de la situación educativa en España. Estas noticias han tenido una gran repercusión mediática, toda la sociedad se ha hecho eco de ellas y se ha llevado las manos a la cabeza ante lo mal que está la situación educativa en España, ante lo mal preparados que están nuestros alumnos respecto al resto de países. Los medios de comunicación tienen la culpa de estas ideas, pues ofrecen una información parcial, organizada para provocar polémica, omitiendo datos que terminarían con esa imagen catastrofista. Se crean rankings a partir de los datos PISA, hay una obsesión por ver donde estamos con respecto al resto y no tanto por saber que cosas buenas se están realizando. Todos los avances conseguidos en el educación española parecen dejarse de lado, olvidarse, al ver que no hemos obtenido tanta puntuación en las pruebas como Finlandia. Interesa crear conflicto, pero no adivino el por qué. ¿Por qué no se dice que el nivel de comunidades como Navarra, País Vasco o Aragón está a la altura de los países punteros?
Una de las conclusiones más reveladoras que se ha desprendido del informe PISA es que por gastarse más en educación  no se educa mejor, sino que la clave está en invertir mejor, especialmente en cuanto a profesores. Si se forman mejores maestros el nivel de la educación sube, se consiguen mejores resultados y mejores alumnos. La calidad de los sistemas educativos de depende de los profesores, es el profesor quien marca la diferencia.
Tampoco se dice del Informe PISA que es una prueba sobre la que pesan muchos intereses económicos. Este informe está hecho por pedagogos y economistas, y la naturaleza de la segunda de estas profesiones nos indica hacia donde se orienta este informe.
Se esconde también que varias Comunidades Autónomas españolas se han negado a realizar este informe debido a los altos costes económicos que supone y a las pocas conclusiones que se pueden aplicar a la práctica. ¿Qué medidas ofrece PISA para elevar la calidad de la enseñanza? ¿y para paliar los déficits de cada uno de los países? Se trata de una prueba parcial, que examina ciertas competencias pero que ignora otras y no podemos calificar todo nuestro sistema educativo en base a esta única evaluación.
En el tema del cambio comprobamos que si el cambio surgía desde el centro iba a tener mayores probabilidades de éxito; esta idea la podemos llevar al campo de la evaluación. Si la evaluación es algo necesario para el profesor, si la siente, actuará con coherencia implicándose en ella, valorándola y haciendo usos de sus resultados.
La (auto)evaluación supone tiempo, esfuerzo y ciertas dosis de dedicación; el centro es una organización compleja en la que conviven muchos profesionales con intereses y compromisos muy dispares. Teniendo en cuenta esto, nos vamos a encontrar con que no todos los docentes están dispuestos a colaborar, a trabajar porque la evaluación sea un proceso común, de equipo, para lograr una evaluación verdadera y que sirva para mejorar la labor docente. Así, en un centro siempre nos vamos a encontrar con resistencias al cambio, pues la (auto)evaluación no es una práctica extendida en nuestro sistema educativo  y su introducción en los centros va a suponer cambios organizativos.

Miedo a la crítica es uno de los defectos de gran parte de los docentes. No queremos saber que es lo que opinan de nosotros los demás, quizás porque temamos que la imagen que tenemos de nosotros mismos no se corresponda con la que los otros tienen de nosotros y entonces se produzca un conflicto. La evaluación es vista como una exposición, me expongo ante alguien para que me juzgue y espero que esa crítica sea negativa. ¿Por qué siempre esperamos críticas duras, negativas? Probablemente porque la mayoría de nosotros somos muy críticos con el resto y tememos que ellos hagan lo mismo con nosotros. Lo que se teme de una evaluación es salir mal parado. Un profesor ha sido alumno antes y la evaluación que siempre ha tenido ha sido la de un superior que iba a juzgarle. Después de varios años inmersos en el Sistema Educativo, ese alumno ha ido afianzando su ida sobre la evaluación, un proceso en la mayoría de las ocasiones sancionador. Una vez que llega a la facultad pueden haberle, o no, hablado sobre la evaluación como una opción de mejora pero ese discurso no ha calado en él, que ha mantenido su idea sobre la evaluación como un proceso punitivo.



En conclusión, podemos afirmar que hay que ver la “evaluación como una experiencia enriquecedora para el centro, como una oferta interesante de la que se pueden extraer grandes beneficios profesionales” (Santos Guerra, 1997).





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