16:35
Silvia Rodríguez
Desde hace tiempo los directores de los centros públicos vienen pidiendo más poder en la toma de decisiones. Pero frente a esta idea, también está la de aquellos que opinan que dar demasiado poder al director puede ser peligroso.
La FEDADI pide que el puesto de director cuente con “autoridad pública” y que pueda ejercer un poder sancionador sobre el personal del centro. También piden que el director tenga la oportunidad de presentar la candidatura para miembros de la dirección a otros profesores, tengan o no plaza en el centro. Piden que la baja del director sea reconocida económica y administrativamente. Solicitan que su experiencia sea tenida en cuenta y que sea bien aprovechada. También piden potestad para gestionar las sustituciones así como de contratar al personal especializado cuando sea necesario. En la LOE se hacía nombraba como uno de los derechos y deberes del director el de supervisar la labor del resto de profesorado y desde este órgano que se lleve a la práctica.
Estas peticiones ayudarían a conseguir una mejor dirección, mucho más segura y estable, y también tendría repercusiones positivas en los resultados educativos.
Sin embargo hay voces que se alzan contra estas ideas esgrimiendo que tales acciones llevarían a un exceso de poder pues los directores se convertirían en “jefes de personal”, no ejerciendo un liderazgo educativo y si presionando al resto de docentes. Además opinan que depositar tanto poder en una única persona puede ser un impedimento para que las decisiones más relevantes se tomen de forma grupal.
Ambas posturas me parecen legítimas y creo que ambas tienen su parte de razón. El papel de los directores hoy en día es meramente burocrático, se queda en aspectos formales pero no tiene poder de decisión, no ejerce un verdadero liderazgo sino que se limita a cumplir con tareas administrativas.
¿Qué pasaría si le diéramos al director más poder real? Si le diéramos más libertad y más autonomía el director podría convertirse en un modesto director de orquesta que fuese capaz de lograr que todos los miembros de la comunidad educativa (familias, alumnos, profesores, entorno…) formasen una gran orquesta que consiguiera un sonido más o menos armonioso.
Claro que también comprendo el temor de aquellos que piensan que un exceso de poder puede acabar por convertir al director de un centro en un “tirano” que tenga ejerza un control excesivo sobre el resto de profesores y adopte el papel de un jefe de empresa y no el de guía de un colegio.
Pero si el puesto de director contase con más poder y diese la oportunidad a aquellos que lo desean de emprender una nueva ruta y marcar una diferencia con lo que se estaba haciendo hasta ese momento en el centro el puesto tendría un mayor prestigio para el resto de profesores, convirtiéndole en un puesto deseable y no en lo que es ahora, una “obligación” para quien le toca. Si se dieran estas libertades al director se conseguiría así que emprendieran una serie de medidas que llamarían la atención de la comunidad y las familias hacia la escuela y eso podría provocar que se empezase a valorar la labor del director pero también la labor del resto de profesores.
Está más que claro que cuando un equipo directivo es estable, coherente y está bien formado, los resultados son mejores. Lo que ocurre es que los puestos de dirección no se quieren ocupar pues no se ven recompensados con las labores que hacen y también porque no disponen de libertad para hacer cosas nuevas, son unos profesores más que tienen que hacer más trabajo relacionado con el papeleo pero su labor va más allá. ¿Cómo se va motivar la gente por un puesto de trabajo que supone un mayor esfuerzo pero pocos resultados y poca libertad? Tal y como funcionan las cosas actualmente, los directores tienen muy pocas oportunidades para dejar su huella inscrita en el colegio.
¿Cómo lograr solucionar este conflicto entre el exceso de poder que puede resultar peligroso y esas exigencias del FEDADI? Una posible idea es la de reforzar no sólo la figura del director, sino también la del resto del equipo directivo. Resulta curioso que sólo se hable del director pero no del jefe de estudios y del secretario que son totalmente secundarios. La clave puede estar en esta triada de profesionales, si se refuerza su trabajo y se les dan nuevas libertades puede pasar que las cosas cambien y lo hagan para mejor, pero si no lo hacemos, ¿cómo vamos a saber si funciona o no? Si no se produce ningún cambio en el papel del equipo directivo y en especial en el del director no vamos a lograr avanzar y saber si funciona o no. Si no se arriesga, ¿cómo se progresa?
Hemos hablado de cómo es la situación del director actualmente y cuáles las posibles decisiones que pueden tomar pero me interesa mucho analizar la formación de los directores y la forma de acceso pues son asuntos no planteados en este decálogo de la FEDADI. Al igual que se exigen más libertades para el director se le tiene que exigir como contrapartida una mejor formación. Al ostentar más poder su responsabilidad va a ser mayor porque va a dejar de tener una función meramente formal y burocrática para tomar decisiones que afecten de forma profunda al centro escolar. Como a hemos visto en otros textos, el actual sistema de elección de directores no parece útil, y quienes suben al cargo muchas veces lo hacen obligados. La clave para modificar esto pasa por hacer algunas de las modificaciones que propone la FEDADI de forma que el puesto de director sea más atractivo y los buenos profesiones se interesen por el puesto.
